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  EDUCACIóN AMBIENTAL
 
 
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La educación ambiental no debe concebirse como un fin en sí misma sino como un instrumento, una herramienta de cambio. Y por lo mismo no se debe encerrar a la educación ambiental en un aula o en un edificio; en todo lugar donde se dé cualquier tipo de interacción entre el ser humano y el medio ambiente tiene su sitio la educación ambiental.

 
Por ello, cuando en 2007 se creó la Red de Equipamientos para la educación ambiental en Castilla-La Mancha, se decidió crear una tipología de centros que permitiera incorporar a aquellas instalaciones que sin tener como finalidad principal la educación ambiental, poseyeran valores educativos y formativos que los hicieran útiles desde el punto de vista de la didáctica y sensibilización ambiental.

Así, ese mismo año 2007, el Vivero Central de Toledo, una instalación concebida para la producción de planta forestal, comenzaba su andadura en el ámbito de la educación ambiental con un proyecto educativo orientado principalmente a la población escolar de la provincia de Toledo. La idea inicial fue la de divulgar las actividades que se realizan en el vivero, informar al visitante de los factores de riesgo que afectan a nuestros montes y en especial a la flora protegida, y provocar un cambio de actitud que se tradujera en un mayor respeto y compromiso con la conservación del medio forestal.

 
Un huerto para aprender
Gradualmente se han ido incorporando otros aspectos del medio ambiente al proyecto educativo del Vivero, de forma que actualmente la correcta gestión de los residuos, el uso eficiente del agua o de la energía, o la conservación de la biodiversidad tienen cabida en las actividades educativas del centro. El ciclo vital de las plantas, desde la siembra, la germinación, o los trasplantes, y las necesidades y cuidados para su desarrollo, sirven de escenario para ejemplificar la dinámica de la vida, con sus interacciones, y constituye el eje en torno al cual se articulan todos los contenidos educativos del Vivero.


  
 
El huerto pone a los escolares en contacto directo con el entorno, posibilitándoles interaccionar con él, y de una forma activa y experiencial les permite fijar en la práctica conocimientos adquiridos en el aula relacionados con distintas materias, como biología, geología o química.


A las instalaciones propias de un centro de producción de planta, en la primavera pasada se ha incorporado un huerto didáctico con el que se busca completar la oferta educativa del centro. Pero ¿qué aporta un huerto desde el punto de vista educativo?

 
Utilizar un huerto con fines didácticos no es algo nuevo. Ya en el siglo XIX se usaban huertos escolares para realización de prácticas agrarias en la educación primaria, y en las granjas escuela se han venido utilizando los huertos con fines educativos desde hace más de cuarenta años.

Lo realmente interesante se plantea cuando empezamos a concebir el huerto más allá de lo meramente agrícola. En sentido general, el manejo del huerto nos puede servir para fomentar el respeto y el cuidado por el entorno, pero no sólo eso. Es un recurso transversal que se puede utilizar como un espacio educativo para trabajar el modelo de producción y consumo alimentario, y contenidos como el de la agricultura ecológica, la producción y consumo sostenibles, o la dieta saludable. También podemos explotarlo desde la perspectiva de las necesidades de riego, abordando temas como el de la eficiencia en el uso de los recursos, la contaminación y sobreexplotación de acuíferos, etc. Desde un punto de vista ecosistémico, nos permite trabajar las interacciones entre plantas e insectos, las asociaciones entre plantas, o las rotaciones de cultivos. Y si hablamos de residuos, nos permite experimentar técnicas de minimización de residuos como el compostaje o el vermicompostaje1, que a la vez nos sirven para producir un compost que podemos utilizar para fertilizar nuestros propios bancales.

 
El huerto pone a los escolares en contacto directo con el entorno, posibilitándoles interaccionar con él, y de una forma activa y experiencial les permite fijar en la práctica conocimientos adquiridos en el aula relacionados con distintas materias, como biología, geología o química. Potencia el aprendizaje cooperativo basado en la curiosidad y la indagación, promoviendo habilidades y procedimientos basados en el método científico.

Desde que en 2007 se empezó a utilizar el Vivero con fines educativos, se prestó una atención especial a los escolares de educación infantil y primaria, por ser unos destinatarios para los que la oferta educativa ambiental es más reducida. No quiere decir que no se trabaje con otras edades o públicos, sino que el centro cuenta con una oferta específica para este tipo de destinatarios.

 
Para ellos las actividades en el huerto didáctico deben contribuir a despertar el interés por las plantas, empezando a reconocer en ellas las partes que aprovechamos para nuestra alimentación (en unos casos la raíz, en otros el tallo o las hojas, en otros el fruto), identificando los alimentos que nos proporciona un huerto, y aprendiendo a valorar la importancia del consumo de alimentos frescos y saludables. Con segundo y tercer ciclo de educación primaria ya entramos en las funciones que desempeña cada una de las partes de la planta, y les iniciamos en las tareas básicas que deben realizarse en un huerto, familiarizando a los niños con el vocabulario relacionado con las prácticas ecológicas.

La actividad para los más pequeños tiene un enfoque predominantemente lúdico, con las mascotas del Vivero (Carlota la bellota, Fito el tomatito, y Norberto el espantapájaros) oficiando como guías durante el recorrido por las instalaciones de producción y las actividades en el huerto. El manejo y la experiencia directa en el huerto se complementan con juegos, y con un teatro de títeres, a través de los cuales se refuerzan los conocimientos adquiridos y se incorporan otros relacionados con el consumo de productos naturales frente al abuso de las “chuches” y otras conductas poco saludables.

 
Además de esta oferta especialmente orientada a centros docentes, desde el inicio del funcionamiento del huerto didáctico se pensó en una actividad de fin de semana orientada a público familiar. La idea en este caso era que los niños, esta vez acompañados por sus padres, pudieran acercarse al Vivero un sábado para realizar un taller de macetohuertos, que con el nombre de “Pon un huerto en tu vida” pretendía capacitar a los destinatarios para el diseño y creación de un pequeño huerto en casa.

La acogida de las primeras experiencias realizadas con el huerto del Vivero Central ha sido muy buena, y ya se está trabajando en la oferta de actividades con el objetivo de ampliar y consolidar esta actividad dentro del catálogo educativo del centro.
María Luisa López Iglesias. Técnico Superior de Apoyo. Viceconsejería de Medio Ambiente.
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